"EL VIEJO MUNDO, EL NUEVO MUNDO"

“Ahí viene”, pensó Santiago en la parada del 172 de la esquina de su casa. Era su viaje 288 hacia la casa de Melina, su novia.“Uno de sesenta y cinco” le dijo al colectivero, quien mientras aceleraba le cortaba el boleto, tomaba su billete y le daba el vuelto en monedas que tenía en un aparatito que consistía en unos pequeños tubos metálicos en los que al pulsar unos botones éstas iban cayendo sobre su mano.

Mientras guardaba el vuelto en su bolsillo se dirigió a su asiento favorito, el trasero del lado derecho. Al sentarse dobló el boleto y lo colocó en su alianza. Ya lo tiraría al bajar, pero siempre estaba la posibilidad de que en el trayecto subiera el inspector y no lo tuviera a mano.
“¿Qué me querrá decir?” pensó Santiago sin preocuparse demasiado. Su novia Melina le había dicho “Tenemos que hablar”.

Claro, estábamos a fines del siglo pasado, exactamente en el año en el que Marty Mac Fly tomó el Delorean construido por el Doctor Brown, viajó al pasado donde conoció a sus padres cuando eran jóvenes…¡Qué película! Y en ese año, el 1985, cuando había que hablar había que juntarse y hablar. No había whatsapp, no había videollamadas, solo existían los teléfonos de línea (esos que tienen un cable que se conecta a una cajita que está pegada en la pared).

Y ciertas conversaciones no se podían tener de esa forma porque uno no tenía en los hogares la privacidad necesaria.

-Estoy confundida –le dijo Melina con la misma expresión que si hubiera dicho “Para mí un Mobur, Coca y Frenys” en la caja de Pumper Nic.

-¿Confundida con qué? –preguntó Santiago, con la misma calma como si preguntara la hora.

-No sé… necesito tiempo –Explicó Melina sin explicar nada.

-¿Tiempo para qué?
-Tiempo para mí.

Santiago se preguntaba cómo podía necesitar tiempo alguien que salía de su escuela a las 13 horas y tenía el resto del día al reverendo pedo. Tampoco comprendía con que se había confundido su novia. Y era obvio que no lo comprendiera porque ella no se lo había dicho. Y entre nosotros, tampoco se lo iba a decir.

-Pero… ¿vos me amás? –preguntó Santi ya con cierto temor.

-Claro que te amo.

Él entonces respiró aliviado. Por un momento había tenido la leve sensación de que ella se estaba intentando alejar de él. Es cierto que en las últimas semanas había estado algo diferente, un poco menos cariñosa, algo distante, pero bueno… con todos los planes que tenían a futuro y con el amor indiscutible que sentían el uno por el otro eso era seguramente una sensación sin importancia.

A los quince días ella lo dejó definitivamente.

¿Qué pasó en el medio? En el medio pasó de todo. Llamadas telefónicas
de Santiago, en las que lo atendía la madre y le decía “Melina no volvió de la escuela”, cuando hacía dos horas que había terminado el día de clases. “Melina salió con Andrea”

“Melina se está bañando”… y luego Melina no devolvía el llamado. Porque en el año 1985 era así… uno llamaba, tal vez el otro no estaba, pero le avisaban del llamado y se comunicaba al volver, sobre todo si el que había llamado era el novio.

Llegaba el fin de semana, momento que esperaban con ansias para verse más tiempo, pero Meli había arreglado con sus compañeros de estudios Hugo, Darío y Marcela para ir a un recital de los Abuelos de la nada.

Cuando finalmente se veían Santiago preguntaba “¿Seguís confundida?” y la respuesta era afirmativa.

-¿Puedo hacer algo para que se te pase la confusión? –le decía sin siquiera saber cuál era el origen de la misma.

-No… necesito tiempo.

-Pero yo te amo, lo sabés, ¿no?

-Sí, yo también te amo.

-¡Y entonces qué carajo te pasa, pendeja de mierda y la concha de tu puta madre!

No, no se ilusionen, esa última frase Santiago nunca la dijo. En lugar de eso dijo:

–Bueno, vos sabés que yo siempre estoy para lo que sea.

Luego de esa conversación o de otras similares, él volvía a su casa y no volvía a saber de ella hasta el próximo encuentro, que se daba recién a los dos o tres días.
Los llamados telefónicos de parte de ella desaparecieron y los de Santiago por lo general no eran atendidos.

Ustedes, los más chicos que están leyendo esta historia se preguntarán “¿Y no se mensajeaban?”. En 1985 la única forma de mensajearse era tirarle un avioncito de papel con algo escrito a una compañera de curso, o enviar una paloma mensajera. El tiempo que ella necesitaba resulta que, según sus propias palabras, era para “encontrarse con ella misma” y al parecer en esa búsqueda Santiago no podía estar en el medio.

Fue entonces que de común acuerdo decidieron “Ser amigos”. Porque claro, separarse para Santiago era impensable. Sobre todo porque ella le había dicho claramente que lo amaba.
“Siendo amigos” podría hacer que su interés vuelva a ser el mismo que era. Porque después de todo, nadie está confundido toda la vida.
Y en esa confianza que tenían como amigos, Melina no tuvo mejor idea que comentarle que había empezado a tener algo de onda con su amigo Hugo.

Fue en ese instante que tal vez el espíritu de su bisabuelo Mingo, que había fallecido a poco de que ellos empezaran su relación, se paró de manera invisible delante de él y le pegó un tremendo cachetazo al tiempo que le gritaba:

-“Despertate pelotudo! ¡Te están cagando!”.
-Hasta acá llegue, no te quiero ver más –dijo Santiago, mientras
el coro invisible de ángeles que rodeaba su abuelo Mingo cantaba alegre
y hacía sonar brillantes trompetas.

Diez días más tarde, Santiago llega a su casa y encuentra a Melina. Quería hablar con él.

-Me apreté a Hugo, necesitaba saber que pasaba –le dijo ella con cara de sota de bastos.

-¿Y qué paso?

-Nada, no pasó absolutamente nada. Me di cuenta que no te llega ni a los talones.

-Estás equivocada, sí pasó algo, lo que pasó es que al apretarte a Hugo me perdiste a mí.

No, no se vuelvan a ilusionar, no fue eso lo que le dijo Santiago.

¿Qué sucedió entonces? Sí, adivinaron, Santiago volvió con Melina. La acompañó hasta su casa, volvió feliz a la suya en el 172 y luego no hablaron en toda la semana. El no llamó, ella tampoco. Coordinaron para verse el sábado, día en el que ella lo dejó de nuevo.

Adivinen por qué o mejor dicho “por quién” lo dejó. Caramba, están hechos un luz hoy. Adivinaron, lo dejó por Hugo, el petizo. Bah, no era petizo, pero como teóricamente a él no le llegaba ni a los talones…

A partir de allí ya no se volvieron a ver. Ni volvieron a saber nada el uno del otro.

Esta es una historia típica de una ruptura de noviazgo en los años previos a toda esta revolución tecnológica, que hizo que el mundo ya no fuera el mismo y que también modificó por completo la dinámica de las relaciones de pareja, la forma de conocerse y también las rupturas y los duelos. Porque en la era de las redes, los duelos se extienden más y son más dolorosos que antes.

Como vieron en esta historia, Santiago y Melina para verse y hablar con privacidad debían viajar en el 172 y encontrarse en persona. Hoy
en día estarían conectados de manera permanente por whatsapp.

Antes Melina le contaba lo que había hecho en la semana. Hoy Santi ya se
habría enterado por medio de instagram y facebook.

Hoy los noviazgos transcurren en muchos casos analizando cada publicación, cada historia, cada comentario, cada like, cada tweet, cada cambio de foto de perfil, cada horario de última conexión.
Y todo esto genera malestares, dudas, reproches e inseguridades que van deteriorando tanto a las parejas como a las personas en forma individual.

Crece el temor, crece la desconfianza y aumenta la “vigilancia” hasta parecer ciber detectives las 24 horas.

Todos estos cambios me impulsaron a escribir un nuevo libro que se adapte a esta nueva realidad, a esta nueva forma de comunicarse, a las nuevas formas de llevar adelante sobre todo la conquista, los inicios de una relación, los vínculos, los duelos, la manera de intentar recuperar una ex pareja y la forma de recuperarnos a nosotros mismos en medio de un mar de información que nos da más confusión que certezas.

Por eso es que hoy ustedes tienen en frente de sus ojos “Mi novia – Manual de instrucciones 2.0”. Una versión completamente renovada de mi primer libro y como no podía ser de otra manera para estar acorde a los tiempos que corren, en formato digital.

A los que ya son mis lectores desde hace años, les doy la bienvenida a estas páginas deseando que disfruten de esta nueva versión que les hará revivir buenos momentos y les dará más información y más actualizada.

A quienes me leen por primera vez, bienvenidos a este camino de ida a una forma de pensar y por qué no “de ser”, de la que sin dudas estarán muy orgullosos en el futuro.